sábado, 14 de enero de 2012

GABRIELE FRISCIA - METÁFORAS LÍQUIDAS – Exposición Fotográfica



GABRIELE FRISCIA

METÁFORAS LÍQUIDAS
Fotografía
Del 16 de enero al 1 de febrero de 2012
Inauguración lunes 16, 20:30 horas
La Carbonería
Levíes, 18
Sevilla

La Carbonería
c/ Levíes, 18
41004 Sevilla

Tlf.: +34 954 229 945
Fax: +34 954 500 591


Gabriele Friscia (Roma 1964). Músico y fotógrafo. Solista de contrabajo en la Orquesta de Córdoba y cazador de instantes: artista-fotógrafo de varia intención, reparte su quehacer entre la música y las artes visuales, y aunque quizá sea la música la actividad en la que hasta el momento ha alcanzado mayor notoriedad, desde un primer momento viene dejando constancia de su activismo fotográfico. Como fotógrafo ya presentó al público su primera muestra-exposición, titulada “Visiones en la arena – Tracce”, en La Carbonería de Sevilla, febrero de 2004, lugar donde justo ahora vuelve a exhibir sus Metáforas líquidas, obra última, después de todo un largo y sobrio itinerario fotográfico. Seleccionado en la VI Bienal de Artes Plásticas Rafael Botí 2006, ha participado además en otras tantas, como la Bienal de Olot (Gerona), en distintas ediciones entre los años 2006 y 2010, y, por último, la XII Bienal Internacional de Fotografía de Córdoba 2011.
Desde estas concreciones de luz, desde estas luminiscencias -derramadas y recogidas a un tiempo-, se nos invita a ver, a insistir tras una visión rítmica que viene haciéndose alternante y discontinua, porque lo más abstracto es lo más concreto; visión que, de otro modo, en sucesión de encuentros, facilita una aproximación imaginal a modos de ver, que son modos de resolver, no siempre del todo explorados. La decisión de atrapar el instante en fuga, el registro paulatino de la luz, el cuidadoso esmero en el collage fotográfico, la seducción por las emociones visuales, la desmandada mediación del oficio: son algunas de las mañas que reposan, como el que no quiere la cosa, en cada una de estas estancias de luz.

Abunda, Friscia, con desmandado celo, junto a la obra de la luz, que es la poética de la fotografía, en la obra del color y sus metáforas líquidas, acaso el empeño más logrado de este artista-fotógrafo. En esta operación de fotografiar, de capturar por mediación de la cámara fotográfica, el hallazgo no es otro que la elección escurridiza del instante decisivo; el término último la luz, y, dentro de ésta, la fijación de la pintura fotográfica. No sé si, desde las estrategias de ver, la astucia de mirar pueda ir más lejos, pero sucede que los ojos continúan su tarea cuando la mirada se detiene. Hay, en estas fotografías, una decidida apuesta por retomar la impavidez en los modos de ver, por lograr el registro del instante indistinto; se dan trazas de buena hechura por unidad de línea y de concepto. De entre estas instantáneas, hay alguna que toca vivamente el rigor de los ojos, pero también su trasgresión, el goce inquietante que hace hablar aquello que se ve. Hay además encuadres, entre estas veinte piezas que ahora se exhiben, que muestran estar en alternancia y discontinuidad con la mejor tradición moderna.

La composición no requiere explicitarse demasiado, porque necesariamente está sujeta a la inmediatez de la toma, y nos remite a un mundo que no es el de la experiencia fotográfica, sino el que la propia fotografía se ha encargado de decidir. Estas escenas de luz suscitan, sobre las metáforas líquidas que desarrollan, algunas cuestiones tocantes a fotografía y modernidad. No son pocos los que advierten acaso el nomadismo de la mirada que le deparan estas piezas, a pesar de la consonancia de las luces y la acabada combinatoria de los encuadres. En ellas, se van entretejiendo, sin esfuerzo aparente, pero con sostenida habilidad, atinadas consideraciones acerca del ritmo del color, el vaivén de la luz, la fugacidad de la línea, la concreción de los planos, la hermosura de lo abstracto y la fotografía contemporánea. De entre estos papeles fotográficos, la captura surge a partir de una serie de mediaciones que van de la observación al registro de lo observado, de la insistencia de ver a su difuminada persistencia en la retina, y de esta frágil visualidad a la concreción de lo fotografiado. La textura, reveladora de la materia, hace pensar -al desocupado mirón- que aquello que está viendo, al fin y al cabo, no es más que un poema fotográfico, una pictografía, una pintura hecha de luz.

Francisco Lira

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